Muchas veces en la vida (demasiadas quizás) debemos elegir entre dos caminos a seguir.
Uno seguramente es el viejo y conocido, el que nos da seguridad, confianza, porque lo hemos recorrido por largo tiempo, conocemos sus recodos, sus altos y sus bajos; sus puentes y sus ríos; sabemos que es un camino para recorrer de noche porque no nos deparará sorpresas, su paisaje nos es familiar y aunque ya no brille como la primera vez que nos pusimos a andarlo aún nos regocija.
El otro, el que nos plantea un desafío, es un camino que no sabremos a dónde lleva pero está lleno de aventuras y descubrimiento, de novedades y sorpresas.
Algunos se lanzan sin más a uno o al otro, otros dudan, pretenden mantenerse en el camino seguro y cruzar al otro cuando se aburren del viejo. Sin embargo, este método puede ser aún más peligroso que el tomar por el camino nuevo y desconocido. Se corre el riesgo de demorarse demasiado en el nuevo y al querer retornar al camino seguro éste ya no esté allí.
Ya sabemos como son los caminos, en el momento menos esperado dejan de ser paraleleos y se bifurcan o quizás también el tiempo haga que el espacio entre ambos se llene de maleza y de espinos y cuando se quiera retornar quedemos enredados en ellos y ya no tengamos ningún camino que seguir. También es probable que el nuevo camino sea un callejón sin salida de esos que no llevan a ninguna parte o quizás luego de recorrerlo algún tiempo descubramos que finalmente no era tan divertido y hasta las novedades dejen de serlo.
Este es un blog estrictamente personal. No encontrarás en él nada muy sesudo ni bien escrito, solo cosas que pasan por mi y de las cuales tengo ganas de escribir.