jueves, 26 de junio de 2008

Escuchado en la radio...

En radio El Espectador, ayer, en el programa "Segunda mañana", acerca del uso del casco en los motociclistas:

En lo que va del año se han producido en Fray Bentos seis muertes graves en accidentes de moto...

¿Habrá querido decir que los que protagonizaron esos accidentes
fallecieron?

lunes, 23 de junio de 2008

En el cine



Aoche fui a ver Shine a light. Los Rolling Stones, a mí, la verdá, no me enloquecen, me gustan algunas de sus cosas, mucho en ocasiones, pero no es lo que suelo escuchar. Sin embargo, tienen algo que hace que cuando he visto alguno de sus shows en vivo, me enganche.





Anoche me pasó, disfruté del espectáculo, creo que sobre todo por la excelencia de la película: el movimiento de las cámaras, los planos medios con las guitarras. Y también, la capacidad de Jagger para atrapar la atención y su voz tan única, Keith Richards cantando, me encantó y me quedé con ganas de más, sobre todo porque durante la interpretación de Connection se intercalaban clips de una entrevista.



Get Your Own Player!


Escuchado en TV...


* Acerca del día del Nunca más en Uruguay durante el acto en la Plaza Independencia.

Periodista: ¿Qué opina acerca del día del Nunca más?

Mujica: ¡Qué nunca más!... Qué nunca más a pasar éste frío.




* Acerca de los accidentes de tránsito en Uruguay o morirse no es tan grave.


El índice de mortalidad anual que se ubica por encima de las 500 personas se elaboró a partir de las cifras del Observatorio Nacional de Violencia y Criminalidad del Ministerio del Interior. Este registro ubicó en 427 la cifra de fallecidos por esta causa.

Las proyecciones de estas cifras son por demás alarmantes. El informe uruguayo estima que, de mantenerse estos índices, en 2020 "todas las familias uruguayas tendrán un muerto , o lo que es aún peor, un fallecido por siniestro de tránsito".

(Informe de Subrayado, canal 10)



domingo, 22 de junio de 2008

Encuentro en la plaza


Hace unos días, cuando estaba por salir para el IPA, unas de esas llamadas inoportunas y desubicadas me arruinó las pocas ganas que tenía de ir. De todas formas salí, anduve un rato por la calle, entré a TA- TA, compré cigarros y pensé que lo mejor sería hacer un poco de tiempo y regresar cuando ya no hubiese nadie.

Caminando llegué hasta la plaza del entrevero y como esa plaza siempre me gustó mucho y la noche húmeda no estaba muy fría, decidí sentarme un rato mientras miraba la fuente.

Tenía trabajo para hacer, así que como tenía papel y lápiz me puse a escribir. En eso estaba cuando una voz masculina me habló al pasar por detrás del banco en el que estaba sentada. Siguió caminando y aunque no me di vuelta noté que se había detenido unos pasos más allá. Yo seguí en lo que estaba, aunque no podía desprenderme de esa presencia que cerca de allí me observaba. No quería mirarlo porque imaginé que si lo hacía sería una invitación a que se acercara. Pasaban los minutos y yo cada vez más curiosa, hasta que por fin lo hice... ¡oh, sorpresa!
Era un chico muy guapo, 35 años, me enteré después, muy bien vestido, además. En fin, mi suerte empieza a cambiar, me dije.

Comenzamos a charlar, le pregunté por qué se había quedado allí tanto tiempo. Contestó que le había gustado y llamado mucho la atención que estuviese escribiendo. De ahí en adelante la conversación se dio con fluidez entre los dos, así como un montón de coincidencias: se llamaba Adrián, era licenciado en letras, profesor de "Comunicación" en la UTU, le gustaba mucho escribir, estaba haciendo un curso de diseño gráfico y quería ir a Londres por un tiempo para estudiar inglés. Mucho que hablar, mucho para decir.

Al rato de estar ahí, me invitó para que fuéramos a tomar algo juntos y seguirla. Me gustó la idea y acepté. Fuimos a Ruffino, y entre sangría y sangría (muy buena, la recomiendo) conversamos más, mucho más, hablamos sobre todo de literatura (obvio) pero también, a medida que el vino comenzaba a hacer su efecto de cosas más personales. Sentados, frente a frente, la luz algo íntima, imagino que también la bebida hizo que de a poco se fuese poniendo más osado, comenzó por tomarme de la mano, y decirme cosas bonitas, que mezcladas con la charla yo iba dejando pasar. Cuando esto ya no fue posible decidí tomar la retirada y luego de un último brindis por el encuentro, la grata compañía y lo ameno del intercambio, salimos.

La despedida no fue tan agradable como el encuentro, él se empeñaba en que aún era temprano, yo en que era demasiado tarde, él en besarme, yo en caminar, y no es que no me gustaran sus besos, tenía labios carnosos y suaves y besaba con intensidad. Finalmente, la lucha la gané yo, era hora de irme a dormir (y no precisamente con él), no le gustó mucho la idea, claro, es una lástima, era un chico muy agradable y me hubiese gustado volver a verlo. Él se lo perdió por impaciente.

domingo, 1 de junio de 2008

Si de leer se trata


He leído cientos de libros en mi vida, algunos que me han apasionado y he releído más de una vez, otros que con esfuerzo he terminado.

Hay libros que me transportan y otros que me excluyen.
Hace un par de días terminé con uno de estos últimos y no he podido dejar de pensar en él porque es una especie de bofetada y de desafío. Me digo cada vez que lo recuerdo: “te falta, te falta mucho por leer”, es como una muestra de mi ignorancia, de lo limitadas que han sido aún mis lecturas.
Ya me había pasado:





el año pasado leí Los ríos profundos de José María Arguedas y aunque lo analicé, reconocí la belleza y complejidad de su escritura, me quedé afuera. Es decir, la lectura no fue más que un ejercicio literario pero no un disfrute, no un viaje.



El libro que estaba leyendo ahora es El País de Nieve de Yasunari Kawabata y me pasó igual que con el anterior, puedo reconocer la delicadeza y sensibilidad de las imágenes pero la verdad, no lo entendí.

Primero me perdí en los Andes peruanos luego en las montañas nevadas del Japón. Por lo visto el alpinismo no es lo mío.



Otro libro que acabo de terminar es El desnudo de Rembrandt de Simon Schama y con este no tuve problemas pero sí hay algo que me llamó la atención: en un libro de 100 páginas la mitad SON EL PRÓLOGO. Nunca había leído un libro así antes, en este caso ¿no sería más justo decir que es un libro con dos autores? Además, y ahora generalizando, los prólogos, ¿no deberían ir al final? Lo digo porque cuando abro un libro y empieza con una explicación y análisis del texto es como una advertencia: esto es un plomo, si no lees esto antes no vas a entender nada.
A mí me corta la inspiración, siempre me los salteo, pero igual me molesta, si alguien tiene algo para decir del texto que lo diga después que uno lo haya leído, sino es como sentarse a comentar una película antes de ir a verla y que el otro le cuente a uno todo lo que de interesante tiene ésta.
A propósito, como es mi costumbre el prólogo lo leí al final y es muy bueno. Es decir, es muy bueno su contenido más que un prólogo es un complemento del otro texto.